Una casa en ruinas de los años 30, repleta de añadidos de urgencia, y una parcela colindante muy profunda salpicada de servidumbres visuales, componen el punto de partida del proyecto.

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​La propuesta bebe de las lógicas de esponjamiento predominantes en la trama circundante. De manera que se invierte mucho esfuerzo en trabajar volumétricamente los vacíos a través de retranqueos que permitan prolongar la mirada, vuelos que generen tránsitos a cubierto o desplazamientos que resuelvan conflictos de privacidad.

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Se confía en una contorsionada pasarela como recurso capaz construir una narración, tirar de la actividad de la calle, a través de la consecución de talleres, y coser la nueva planta con la preexistencia, gracias al reparto de lugares comunes de encuentro y reunión desde la planta baja hasta la cubierta-mirador.