La propuesta -una residencia para artístas escénicos- se desarrolla en una única planta. Se aleja del suelo y de su perimétro para poner de manifiesto el paso del tiempo a través de sus heridas, como un parásito, se extiende por cada recoveco reconociendo y recuperando intensidades de uso y recorridos pretéritos. 

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La planta baja se concibe como una prolongación de la calle en la que muebles montados en frío se pliegan y gestionan los recorridos de usuarios, trabajadores y visitantes. Se producen 

regruesamientos que permiten poner en carga los ámbitos exteriores que la propia pieza cubre

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A través de un lenguaje contemporáneo se recuperan y traducen algunos de los recursos que la arquitectura conventual ha ido definiendo espacial y funcionalmente con el paso del tiempo. Así, se plantean 'tornos en sección' que se disponen como accesos directos a cada taller para compartir con la ciudad la producción de los artistas o se lotean las crujían subrayando el ritmo de las 'células dormitorio'